La historia detrás de la iniciativa digital Hashtag our stories
Sumaiya y Yusuf Omar han recorrido 40 países para enseñar cómo contar historias a quienes están en la periferia. Su arma es pequeña, ligera y muy poderosa: un móvil. Avianca en revista habló con Sumaiya sobre su iniciativa de periodismo digital: Hashtag Our Stories.
Una mujer publica un tweet racista y se sube al avión. Al aterrizar, su publicación se ha vuelto viral y ha sido despedida del trabajo. Donald Trump lanza un trino con una palabra que no existe e instantáneamente se convierte en la noticia del día. Tanto una desconocida como el presidente de Estados Unidos presenciaron cómo las redes sociales pueden ser inescapables y destructivas. Para Sumaiya Omar, fundadora de Hashtag Our Stories, esto las hace, también, una eficaz herramienta de cambio social.
Hashtag Our Stories es la iniciativa de una pareja de esposos Sumaiya y Yusuf Omar, y es una especie de agencia de prensa para no periodistas. La idea comenzó a gestarse en 2010 cuando Yusuf, recién graduado de un posgrado en Periodismo, decidió hacer autostop por África. A principios de 2011 quedó atrapado en Egipto durante la primavera árabe y vio, de primera mano, el poder que le dieron las redes sociales a ese movimiento político. Poco después, en su paso por la India, enseñó a un primer grupo de recolectores de basura a documentar su vida y sus problemáticas con los teléfonos que tenían en los bolsillos.
Sumaiya, nacida en Sudáfrica, se unió a la iniciativa. En 2017 fundaron Hashtag Our Stories. Aunque la idea se formalizó apenas el año pasado, esta pareja lleva seis años enseñando el ‘mojo’, o mobile journalism, una propuesta que le da la capacidad de comunicación al ciudadano de a pie a través de sus teléfonos y de las redes sociales.
¿Por qué comenzaron Hashtag Our Stories?
Veíamos que los medios tradicionales se estaban perdiendo algunas de las historias más importantes de nuestros tiempos porque habían dejado de escuchar a las personas del común.
¿En qué consiste la iniciativa?
Identificamos grupos de los que se comenta mucho, pero que rara vez hablan por sí mismos: sobrevivientes de violaciones, refugiados, recolectores de basuras, mujeres y otras personas que no reciben atención suficiente. Les enseñamos a grabar, editar y producir contenido usando únicamente sus teléfonos. Luego, hacemos una curaduría de estas historias. Todo se publica en redes sociales y está hecho para audiencias que consumen información a través de sus celulares. Por eso nuestras historias son verticales, rápidas y muy fáciles de compartir.
Los medios aún excluyen muchos de los problemas que se viven en las comunidades. ¿Cómo se cambia esto?
Necesitamos diversidad en nuestras salas de redacción, de voces, perspectivas e historias.
¿Cómo se convierten los smartphones en herramientas de cambio?
La combinación de una cámara de alta calidad junto con la banda ancha necesaria para transmitir en vivo hace que el teléfono móvil sea un poderoso agente para la documentación de nuestro mundo. Lo vimos en movimientos como la Primavera Árabe en Oriente Medio y Black Lives Matter en Estados Unidos. El smartphone y las redes sociales les permiten a los ciudadanos llegar a ser virales.
¿Por qué decidieron usar Snapchat?
Es increíble para la creación de contenido. Incluye tecnologías que nos posibilitan la realización de un mejor periodismo, por ejemplo, filtros para la cara que ocultan la identidad (estos ayudan a muchas mujeres víctimas de abuso sexual a contar sus historias sin miedo a represalias). Usamos los trucos que tienen las nuevas tecnologías de formas novedosas para mejorar nuestro periodismo y nuestra narrativa.
¿Qué podrías destacar de las narrativas que se manifiestan en las redes sociales?
Aunque las portadas sangrientas vendan más periódicos, es importante darle contexto a nuestro mundo, mostrando lo positivo y lo negativo. Hemos encontrado que en las redes sociales son más vendedoras las historias constructivas que la negatividad. Los jóvenes están cansados del terrorismo y las campañas de miedo. No queremos ver esto y, definitivamente, no queremos compartirlo.