100 experiencias para redescubrir América Latina
Desiertos, selvas, montañas, volcanes, mares, lagos, ríos y pueblos hacen parte de esta compilación para redescubrir América Latina. Como prefacio, la autora uruguaya Fernanda Trías reflexiona sobre dos travesías, en paralelo, que han sido fundamentales en su vida: viajar y escribir.
Topografía de una página en blanco
Por: Fernanda Trías
Narradora, traductora y profesora de escritura creativa. Obtuvo la beca Unesco-Aschberg para escritores y el premio-residencia SEGIB-Eñe-Casa de Velázquez para escritores iberoamericanos.
Parece contradictorio que la escritura, en sí misma una tarea interior y sedentaria, esté tan íntimamente ligada al viaje. La literatura occidental nace con un viaje, el periplo de Odiseo para volver a Ítaca, y en la primera novela moderna, un hidalgo y su escudero emprenden tres viajes que les deparan múltiples aventuras. Muchos escritores fueron obsesivos viajeros: Hemingway, el cazador; Saint-Exupéry, el piloto; Edith Wharton, la motociclista…
Mi propia épica personal empezó con un viaje, quince años atrás, que ha tenido múltiples paradas, una ilusión de inmovilidad, de meta, pero que aún no termina. He vivido en siete ciudades y visitado muchas más. Durante un tiempo tuve una columna de crónicas que se titulaba La vagabunda, aunque más exacto hubiera sido La transhumante, pues cada período en una ciudad ajena ha dejado en mí marcas, aprendizajes y también pérdidas. Cada ciudad ha ido conformando la extraña geografía de mi pasado y permeando mi escritura.
Escribir y viajar se parecen bastante. En ambos nos enfrentamos a lo desconocido. Cuando escribo, comienzo con una idea preconcebida, aunque vaga, que se irá transformando en el camino y que, casi seguramente, terminará siendo algo distinto de lo esperado. Así también ocurre con los viajes: llegamos con una serie de prejuicios y nos vamos con algo mucho más complejo y lleno de matices. Por eso no me gusta planear demasiado los viajes. Confío en el proceso de descubrir de manera azarosa lo que tienen para ofrecerme ese lugar o ese texto. Pero para que eso ocurra hay que lanzarse, enfrentar la página como se enfrenta el mapa de una ciudad en blanco.
Viajar incomoda porque, en pocas horas de avión, te arrojas fuera de tu zona de confort. Y porque habrá que aprovechar el extravío para encontrar otro camino a fuerza de preguntas. Habrá que caminar mucho
y llegar a la noche con ese cansancio propio del viaje, un cansancio no solo del cuerpo sino también de los sentidos, que han sido bombardeados de información, olores, sabores e imágenes. Por eso decía Cesare Pavese que, al viajar, estamos todo el tiempo en desequilibrio: “Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”.
Yo viajo cuando escribo. Y viajo y escribo para saber quién soy, para entender qué queda de mí cuando nada
de lo que me rodea habla de mi pasado; para pensar de dónde vengo y de dónde no. Viajar, en mi experiencia, no se asemeja a una epopeya ni a una novela tanto como a un libro hecho de fragmentos, un cuaderno de apuntes, anécdotas sueltas, diálogos incompletos, encuentros efímeros.
Ese libro de fragmentos podría incluir mi breve encuentro con un carioca que vendía cocos, a quien le pregunté qué parte de la ciudad le parecía más linda. Él me contestó: “¡Todo es lindo!”, y recorriendo Río no solo comprendí por qué le llaman la ciudad maravillosa, sino también alcancé a entrever que esa respuesta del vendedor de cocos no tuvo nada que ver con la soberbia nacionalista, sino con el amor, con el orgullo de quien se siente dueño de algo que nadie podrá arrebatarle. O el día que desembarqué en La Paz, ciudad marciana, de tierra roja y seca surcada por puentes, donde el cuerpo imponía su ritmo. Nunca había sido tan consciente de tener pulmones. Si algún brote de entusiasmo me hacía acelerar el paso, el cuerpo se encargaba de devolverme a mi sitio. Al viajar, las cosas se vuelven otras, igual que quien las observa. En la Isla del Sol, la escalera del Inca, con sus 500 peldaños de piedra, no era una simple escalera sino un desafío a la voluntad. Y una chirimoya puede parecerme un poliedro mágico, mientras que una guanábana es el huevo verde y espinoso de un dinosaurio. En ese efecto enrarecido de la mirada radica la experiencia, tanto del viaje como de la escritura. Por eso pienso que lo que algunos llaman ‘estilo literario’ no es más que el ejercicio de afinar la mirada, de descubrir el ángulo preciso para cada voz o cada historia.
Lo que queda luego del viaje es el misterio de esas vidas que podríamos tener en otro lugar, esa otra que podría haber sido y que nunca seré. Por eso me gusta caminar por las calles mirando hacia adentro de las casas, imaginando vidas posibles. Me pasó en Cartagena, donde es común que las casas del barrio Getsemaní estén con las puertas abiertas, soltando la bocanada fresca del interior en sombra. Indiscreta, quizás. Pero yo no era la única que miraba. Sentados detrás de los postigos, los habitantes de las casas también me observaban. ¿Quién imaginaba la vida de quién? ¿Y cómo afectaba ese vínculo particular entre el adentro y el afuera su noción de privacidad, su relación con el otro?
Viajar genera preguntas, aunque no siempre ofrece respuestas. También modifica la percepción del tiempo: una semana parece mucho más larga mientras se viaja, y siempre regresamos con la sensación de que nos hemos ausentado por más tiempo del que marca el calendario. La cantidad de horas es la misma, un día es igual de largo para el que se fue que para el que se queda, pero para el viajero sin duda ha sido más ancho. Lo mismo pasa con la escritura, que te permite vivir múltiples vidas en una única existencia humana. Esta percepción alterada del tiempo tiene que ver con que el viajero solo existe en el presente: no hay pasado en esa tierra y el futuro tampoco ocurrirá allí.
En los últimos años, Latinoamérica se ha impuesto como mi destino favorito. Dentro de la asombrosa diversidad de paisajes y gentes, he descubierto que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y en ese puzzle de identidades me fui encontrando. Al final, todo viaje es interior. Como dijo Fernando Pessoa, los viajes son los viajeros, y lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
Desiertos y salares
1. Salar de pedernales
Atacama, Chile

Otro desierto en Atacama, pero de sal. Un paisaje desolado, en la depresión que separa las cordilleras Domeyko y Claudio Gay. La experiencia es única: flotar en un manantial turquesa, a casi 3.400 metros de altitud, mientras flamencos, patos, guanacos y vicuñas son la única compañía. Se llega en 4×4 en un trayecto —que alcanza los 4.200 msnm— junto a volcanes, montañas y picos nevados.
2. Salineras de Maras
Cusco, Perú

Según la cosmogonía inca, la sal proviene de las lágrimas de Ayar Cachi, uno de los fundadores del imperio. Aquí, familias locales la producen en 3.000 pozos excavados en la montaña Qaqawiñay.
3. Dunas de yeso
Coahuila, México

Dunas blancas y brillantes en 800 hectáreas… Donde hubo mar, hace 70 millones de años, quedaron cristales de yeso. El paisaje, aquí, se transforma a diario por cuenta de la luz y del viento.
4. Salinas grandes
Jujuy y Salta, Argentina

Esto es la inmensidad hecha sal: 12.000 hectáreas de origen volcánico, a 4.000 metros de altura y en el punto más septentrional del país. Uno de los salares más grandes del mundo, un paisaje de ficción.
5. Punta gallinas
Guajira, Colombia

No se puede ir más al norte en Sudamérica, pero sí meterse entre olas con la fuerza de una cometa
—kitesurf—, ver noches de cielos estrellados sobre el desierto y compartir con comunidades indígenas.
6. Jericoacoara
Ceará, Brasil

Dunas blancas, un desierto recortado frente al mar en calma. ¿La experiencia? Contemplar el atardecer a 30 metros de altura o deslizarse hasta las aguas. Se llega en 4×4, no hay carretera de acceso.
7. Parques naturales de Ischigualasto/Talampaya
La Rioja y san Juan, Argentina

Podrían llamarlo Triassic Park: son 275.300 hectáreas que alojan la colección de fósiles del período Triásico —que inició hace 245 millones de años— más completa del mundo.
8. Desierto Salvador Dalí
Potosí, Bolivia

Por algo se llama así: de no tenerlo en frente se pensaría que es una ilusión surrealista. Colores, formas a lo Dalí en 110 kilómetros cuadrados de la Reserva Eduardo Abaroa. Alcanza los 4.750 msnm.
Selva
9. San Cipriano
Valle del Cauca, Colombia

No se conoce la lluvia, en verdad, hasta que no se llega a la selva del Pacífico, a dos horas en automóvil de Cali. La visita es adrenalina pura: 8.534 hectáreas para hacer trekking o tubbing por el río.
10. Parque Nacional Los Haitises
Samaná, Monte Plata y Hato Mayor, República Dominicana

Su nombre —‘tierra montañosa’ en taíno— hace alusión a las formaciones rocosas que se alzan sobre el agua… 1.600 km² de manglares, cuevas y bosque lluvioso.
11. Parque Nacional Corcovado
Punta Arenas, Costa Rica

Una bóveda natural —42.570 hectáreas terrestres y 5.375 marinas— protege 2,5 por ciento de la biodiversidad nacional y da refugio a 375 especies de aves, 124 de mamíferos, 71 de reptiles y 8.000 de insectos.
12. Pantanal
Alto Paraguay, Paraguay

Humedales y pastizales inundables —compartidos con Bolivia y Brasil— se apoderan de 340.000 km². Es hogar del 50 por ciento de las aves del país guaraní y de 3.500 especies vegetales.
13. Rio Beni
La Paz, Pando y Beni, Bolivia

¿El plan? Descubrir la biodiversidad de la Amazonía —anacondas, caimanes, pirañas, monos, chigüiros, delfines rosados— en un bote que surca el agua, a lo largo de 1.178 km, atravesando una jungla que no duerme.
Vestigios
14. Parque Arqueológico de Tazumal
Santa Ana, El Salvador

Es una clase de historia precolombina de Centroamérica: influencias de Teotihuacán y Copán, así como de las culturas maya y tolteca
15. Parque Arqueológico de Paquimé
Chihuahua, México

Las líneas laberínticas de esta ciudadela, que no ha sido excavada en su totalidad, fueron construidas y habitadas por la enigmática cultura de Paquimé. Recorrer sus muros es pasearse por plazas, habitaciones, centros ceremoniales, campos de juego de pelota y hasta hornos de mezcal de mil años de antigüedad.
16. Parque Arqueológico de Palenque
Chiapas, México

¿Qué esconderá este yacimiento maya debajo de sus espesas capas de selva? Son alrededor de 200 estructuras, muchas aún por desenterrar. Hoy se destacan el Gran Palacio, el campo de juego de pelota y el Templo de las Inscripciones.
17. Ciudad Sagrada de Caral-Supe
Departamento de Lima, Perú

Es la ciudad más antigua de América, con 5.000 años de existencia, paralela al desarrollo de las civilizaciones egipcia y china. Sus pirámides y altares circulares ‘del fuego sagrado’ son la razón para viajar tres horas y media desde Lima, sobre todo a finales de octubre, cuando se conmemora su descubrimiento.
18. Puente Q’eswachaka
Cusco, Perú

El último puente colgante de los incas se usa para cruzar el río Apurimac. En junio, los habitantes de Quehue lo desmontan para hacer un rito en el que renuevan las cuerdas de ichu —un tipo de paja— que lo sostienen.
Playa y mar
19. Parque Nacional de Coiba
Veraguas, Panamá

Es una de las reservas marinas más grandes de América con 270.125 hectáreas, habilitadas para bucear y hacer pesca deportiva. De sus islas se destacan Coiba (sobre todo Playa Damas) y Granito de Oro.
20. Cayo Cangrejo
Providencia, Colombia

Una mancha verde en las 1.648 hectáreas de mar del parque McBean Lagoon. Desde Providencia se llega en lancha, a 10 minutos, o kayak, según el esfuerzo, Es clave llevar snorkel.
21. Isla Culebrita
Culebra, Puerto Rico

Un islote al que se llega luego de 20 minutos en bote privado desde la conocida y concurrida Isla Culebra. Es Refugio Nacional de Vida Silvestre, por lo que se mantiene prácticamente intacto. Aquí, la única gran estructura hecha por el hombre es un faro al que se accede tras una ascenso de poco más de media hora. Su mayor atractivo, para descansar o ponerse un snorkel, es playa Tortuga.
22. Bahía de las Águilas
Pedernales, República Dominicana

Es parte del Parque Nacional Jaragua, lo que le ha permitido conservar en un alto grado su belleza natural. Son ocho kilómetros de playas blancas, sin construcciones, flanqueadas por riscos kársticos y aguas cristalinas. Nadar y contemplar, no hay que hacer más en estas latitudes.
23. Parque Nacional Jeanette Kawas
Atlántida, Honduras

Esta reserva lleva el nombre de la ambientalista local que dedicó su vida a protegerla. Tiene seis playas vírgenes resguardadas por arrecifes de coral, además de manglares y un bosque húmedo tropical.
24. Isla Espíritu Santo
Baja California Sur, México

En sus 48.000 hectáreas de origen volcánico confluyen desierto y mar. Es hogar de ecosistemas diversos: manglares, fondos arenosos, arrecifes rocosos, esteros, bahías y mantos de rodolitos.
25. Arashi Beach
Noord, Aruba

Corrientes tranquilas y abundante vida marina: la combinación perfecta para hacer snorkeling y buceo. La playa más al norte de ‘la isla feliz’ tiene medio kilómetro de extensión y es la más cercana al Faro California.
26. Cayo Levantado
República Dominicana

Antípoda de la concurrida Punta Cana, esta isla, que se atraviesa caminando en 20 minutos, se dio a conocer por un comercial de Bacardí en los años 70. Se encuentra a 5 km de la bahía de Samaná.
27. Mahahual
Quintana Roo, México

Un destino que encontró en el turismo la forma de recuperarse luego del paso del huracán Dean. Tiene como atractivos a Banco Chinchorro, el arrecife más grande del país, donde se puede nadar entre corales y barcos encallados. Otro plan es playa de Xcalak, puerta de entrada al manglar de La Aguada.
28. Archipiélago de San Blas
Guna Yala, Panamá

Famoso por ser un idílico escenario de la serie La Casa de Papel, solo 80 de las 365 islas de este conjunto están habitadas. Son hogar de los indígenas Guna y se prestan para planes —administrados por miembros de la etnia o hechos de forma de sostenible—como tours en yate, careteo o descanso a la sombra de una casa tradicional convertida en hotel.
En la penumbra
29. Santuario de luciérnagas
Tlaxcala, México

Caminar aquí —entre junio y agosto— es como recorrer La Noche Estrellada de van Gogh. En un rito de apareamiento, las luciérnagas hembra emiten halos de luz que contrastan con las profundidades del bosque.
30. Cuevas de Hato
Willemstad, Curazao

Este refugio de piedra caliza, de cerca de 4.900 metros cuadrados, emergió cuando el nivel del agua bajó en la Edad de Hielo. Entre estalactitas y estalagmitas, se resguardaron indígenas arawak y cimarrones.
31. Cueva ventana
Arecibo, Puerto Rico

Tras explorar su interior, se llega a una abertura en la piedra caliza que explica su nombre; desde ahí se pueden contemplar las montañas vecinas, el cauce del Río Grande de Arecibo y el valle que lo abraza.
32. Cuevas de Talgua
Olancho, Honduras

Un refugio de restos humanos —de 1.200 a 900 a.C— descubierto hace 25 años. Se conoce como ‘cueva de las calaveras brillantes’ por como se iluminan las osamentas del pasado debido a la roca caliza.
33. Valle del Elqui
Coquimbo, Chile

Una ventana al universo: 35.000 de sus hectáreas componen, desde 2015, el primer Santuario de Cielos Oscuros del mundo. Además, alberga la tercera parte de los observatorios astronómicos del planeta.
34. Abismo Anhumas
Mato Grosso do Sul, Brasil

La tierra se abre y crea la única entrada, un foso por el que se desciende en rappel 72 metros. Abajo está una laguna de agua cristalina para bucear o hacer snorkeling y ver estalagmitas sumergidas.
35. Bahía Mosquito
Vieques, Puerto Rico

Cuando un microorganismo del plancton de esta playa es agitado por las olas, emite energía en forma de luz como un mecanismo de defensa. Así, esta bahía poco profunda, bordeada por mangle, ofrece cada noche un espectáculo psicodélico protagonizado por destellos de azul fluorescente.
Cultura
36. San Nicolás
Aruba

Una pequeña ciudad que encontró la oportunidad para reinventarse a través del arte urbano. Sus 33 km² —destinados históricamente a la refinería de petróleo— se han convertido en coloridos barrios de fachadas vibrantes, intervenidas por muralistas. Un proyecto que empezó en 2013.
37. Tarabuco
Chuquisaca, Bolivia

Entre calles coloniales empedradas, el mercado indígena del pueblo —a 3.284 msnm— es el lugar para viajar en el tiempo cada domingo. Ponchos, gorros, sandalias, productos agrícolas, artesanías, textiles… Mucho color reunido en este enclave cultural de la comunidad yamparé, que aún utiliza el trueque para obtener sus productos.
38. Areguá
Central, Paraguay

La ‘ciudad de los artesanos’ es la segunda parada del Circuito Histórico Artesanal. Se especializa en figuras de barro, principalmente en pesebres. El recorrido, que inicia en Luque (filigrana e instrumentos de madera), continúa por Pirayú (bordados en ñanduti), Itá (cerámica tradicional) e Itauguá (tejidos).
39. Trinidad
Sancti Spíritus, Cuba
Trinidad. Sancti Spíritus, Cuba.Un pueblo colonial en el centro de la isla, llamado ‘ciudad-museo’ por su patrimonio arquitectónico. Tiene cerca de 50 palacetes, como Brunet y Cantero, y casonas; y otras estructuras como la torre del Convento San Francisco, que hace las veces de mirador, o el Templo Yemayá. Otros planes: visitar la Plaza Mayor y pasear por el Valle de los Ingenios, partiendo desde la Plaza de Santa Ana.
40. Bernal
Querétaro, México

Combina la Peña, el tercer monolito más grande del mundo (después del de Gibraltar y el Pan de Azúcar), con el título de ‘Pueblo Mágico’ otorgado por su arquitectura patrimonial.
41. Catedral de León
León, Nicaragua

Con cinco naves y dos torres de 40 metros de alto, es la iglesia más grande de Centroamérica. Su estilo ecléctico, entre barroco y neoclásico, y la vista desde la azotea, la hacen un imperdible de León.
42. Mercado artesanal de Pisac
Cusco, Perú

Vasijas, toritos —tótems de protección para las casas— bolsos, juguetes y joyas se toman el domingo la plaza central de este pueblo de ruinas incas. Los viajeros compran, los lugareños hacen trueques.
43. Olinda
Pernambuco, Brasil

“¡Oh, linda ubicación para construir una villa!”, exclamó Duarte Coelho cuando fundó el pueblo. ¿Sus atractivos? Las casas coloniales, la escena cultural y la literatura de cordel, colgada de tendederos.
44. Santa Cruz de Mompox
Bolívar, Colombia

Como en un cuento de Gabo, a orillas del río Magdalena siete campanarios despiertan a los momposinos. El sonido retumba entre casonas coloniales en donde se trabaja la filigrana, artesanía hecha con hilos de oro.
45. Altos de Chavón
La Romana, República Dominicana

Una villa cultural de inspiración mediterránea. Se construyó sobre una meseta con vista al río Chavón y se inauguró en 1982. Es reconocida por sus galerías de arte y talleres artesanales.
46. Los campos de tulipanes de Trevelin
Chubut, Argentina

Octubre es especial en este pueblo a 300 km al sur de Bariloche: florecen los tulipanes de la familia Ledesma, que abre sus puertas a quienes quieren presenciar el espectáculo de 27 colores distintos en tres hectáreas.
47. Comayagua
Comayagua, Honduras

La primera capital de Honduras, hasta 1879. Tiene el centro colonial mejor conservado del país y una de las catedrales más antiguas de Centroamérica, famosa también por su reloj.
48. San Basilio de Palenque
Bolívar, Colombia

La cuna de la libertad en América —el primer pueblo conformado por cimarrones— alberga uno de los dos idiomas afro que se hablan en Colombia y una destreza musical omnipresente.
49. Mercado de Chichicastenango
Quiché, Guatemala

Cada jueves y domingo los mayas, habitantes del pueblo, abren el mercado tradicional más grande Latinoamérica. Por lo menos 3.000 personas trabajan entre filas enteras de artesanías, textiles, hierbas, frutas y platos típicos.
Agua dulce
50. Laguna Tarapaya
Quiché, Guatemala

Poco más de 20 km separan a la ciudad minera de Potosí del llamado ‘Ojo del Inca’, una laguna termal envuelta entre mitos. De todos, el más aceptado es el que narra Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, en La Historia de la Villa Imperial de Potosí, según el cual el inca Mayta Cápac ordenó darle a las aguas el contorno circular perfecto y nivelar la orilla para crear un lugar de baños ceremoniales.
51. Fervedouro do Ceiça
Tocantins, Brasil

El primero de siete pozos termales abiertos al público entre los límites selváticos del Parque Estatal Jalapao. El agua, de un azul intenso, brota de la tierra con tanta fuerza que hace flotar con facilidad a quienes se sumergen.
52. Rio Celeste
Guanacaste, Costa Rica

Dentro del Parque Nacional Volcán Tenorio. Sus aguas, ricas en silicato de aluminio, reflejan la luz dándole su particular color azul. No hay que dejar de hacer trekking hasta la catarata.
53. Reserva Nacional Radal Siete Tazas
Maule, Chile

El agua del río Claro de Molina ha surcado, a través del tiempo, la roca basáltica por la que fluye hasta crear siete caídas con sus desembocaduras. Estepa y bosque (4.000 hectáreas) rodean la escena.
54. Reserva de la Biósfera de Río Plátano
Gracias a Dios, Olancho y Colón, Honduras

La tierra que abraza al río aloja uno de los pocos bosques lluviosos tropicales que sobreviven en Centroamérica, cuya extensión ronda los 5250 km².
55. Cráter azul
Petén, Guatemala

Snorkeling en un bosque sumergido en una laguna de agua cristalina, proveniente del río La Pasión. Sus profundidades —varían entre cinco y siete metros— son el escenario de una vegetación que se mueve al ritmo de las corrientes acuáticas.
56. Ojo de mar
Amambay, Paraguay

Un lago rodeado de misterio. Su profundidad aún se desconoce —solo se se sabe que supera los 100 metros— y la leyenda dice que quienes intentan cruzarlo desaparecen entre la manigua.
57. El Nicho
Cienfuegos, Cuba

El único paisaje abierto al público de la Sierra del Escambray: cascadas heladas del río Hanabanilla, piscinas naturales, la estalagmita más grande de Latinoamérica —67 metros de altura—, biodiversidad y senderismo.
58. Semuc Champey
Alta Verapaz, Guatemala

Donde el río se esconde bajo las piedras… Su nombre en lengua q’eqchi’ describe cómo el río Cahabón, tras fluir por 300 metros en una serie de piscinas naturales de roca caliza, empieza a correr, bajo la tierra, en una cueva
59. Parque Ecológico Ojos Indígenas
La Altagracia, República Dominicana

Una docena de ‘ojos’ —como llamaba la comunidad precolombina taína a estas lagunas— que se recorren durante un trekking por los distintos senderos que zigzaguean en las 1.500 hectáreas de bosque tropical aledaño. El ingreso a las aguas, generalmente heladas, no se permite en todos los pozos.
60. Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay
Río Negro, Uruguay

Un parque nacional al que se accede por Nuevo Berlín o por San Javier. Lo conforman 6.327 hectáreas de humedales donde se hacen caminatas ecológicas, pesca deportiva, recorridos náuticos y avistamiento de aves como el tordo amarillo y el capuchino.
61. Millpu
Ayacucho, Perú

Un trayecto de cuatro horas por tierra separa a la ciudad de Ayacucho de estas 20 piscinas naturales, a las que la luz solar y los minerales del río otorgan un color turquesa surreal. Sin embargo, sus tonos varían durante el año por lo que se recomienda visitarlas entre mayo y septiembre. La escena sucede a 3.600 msnm y se complementa con las formaciones rocosas que bordean los pozos.
62. Catedral de mármol
Aysén, Chile

Túneles de piedra esculpidos durante 15 mil años por las aguas glaciares del lago General Carrera, el más grande de Chile, de 1.850 km de extensión. Se recorren en lancha o en kayak.
63. Saltos del Monday
Alto Paraná, Paraguay

Tres caídas de agua de 40 metros de altura son el corazón del Parque Municipal Monday. Un enclave de 14 hectáreas de vegetación espesa, con rutas de trekking que conducen a miradores de las cascadas.
Extremos
64. El Rodadero
Pichincha, Ecuador

Para obtener una de las mejores vistas de Quito hay que escalar. Ubicada en la parroquia de Pifo, media hora al sur de la capital, esta pared de piedra protegida por el Fondo de Acceso Andino ofrece 26 rutas de escalada de diferentes niveles de dificultad. En las inmediaciones hay zonas de camping.
65. Isletas de Granada
Pichincha, Ecuador

Desprendimientos del volcán Mombacho dieron origen a 365 islas en el lago Cocibolca. A su alrededor, la oferta incluye hoteles, villas privadas y restaurantes. Hay recorridos, de distinta duración, para conocer los cayos, incluyendo una fortaleza y una isla de monos.
66. Cânion do Espraiado
Santa Catarina, Brasil

La ocasión para enfrentar la acrofobia con un salto bungee en péndulo a 450 metros de altura. Se hace en la reserva privada homónima, ubicada a poco más de una hora en 4×4 al oriente de Urubici.
67. Coatepeque
Santa Ana, El Salvador

Un lago de origen volcánico y aguas cálidas, ubicado 18 km al sur de Santa Ana. Sus aguas se prestan para bucear en un ambiente tranquilo, sin corrientes de agua.
68. Río Baker
Aysén, Chile

Un poderoso caudal de 870m³/s lo convierte en el río más fuerte del territorio chileno y en la mejor opción para hacer rafting. La travesía inicia en el lago Bertrand y tiende a durar de tres a cuatro horas. Otras actividades en la zona, incluyen la pesca deportiva y el kayaking.
69. Cueva Blue Room
Curazao

Azul brillante, como el licor. A esta caverna de la costa oeste de la isla se llega en una caminata de dificultad intermedia, que culmina en un salto de aproximadamente tres metros. La otra opción para llegar: en embarcación. Adentro, la experiencia es nadar entre corales y cardúmenes plateados. Vale la pena llevar, al menos, snorkel.
70. Newen Falls
La Araucanía, Chile

El descenso en kayak desde lo alto de una cascada hasta una piscina de agua natural parece una idea improbable. No obstante, es la principal actividad en el río Calbuco, al sur de Cherquenco. Una caída de 30 metros, apta solo para expertos y arriesgados. ¿Para el resto? una caminata contemplativa.
71. Monteverde
Puntarenas, Costa Rica

Los puentes colgantes de la Reserva Bosque Nuboso Monteverde son un abrebocas de lo que las alturas resguardan: recorridos en canopy por sus alrededores. Experiencias de hasta tres horas “volando” entre árboles.
Sabores
72. Café en Minca
Magdalena, Colombia

Una experiencia cafetera a 45 minutos del mar, a medio camino entre la Sierra Nevada y la ciudad de Santa Marta. Fincas como La Victoria o Montecristo ofrecen recorridos para conocer el proceso del café y hacer catas.
73. Cacao en Palanda
Zamora Chinchipe

Ecuador es el primer exportador de cacao en el continente y también fue el primer consumidor del fruto hace 5.300 años en esta zona. El viaje incluye el yacimiento Santa Ana – La Florida, donde todo inició.
74. Restaurantes en el Distrito Cuatro Grados Norte
Ciudad de Guatemala, Guatemala

La zona pasó por una etapa de abandono en los años 90. Hoy, es epicentro gastronómico y punto de encuentro de las cocinas latinas, europeas y asiáticas.
75. Vinos en Colonia del Sacramento
Colonia, Uruguay

El tannat es la insignia del vino uruguayo. En Colonia y Carmelo, bañadas el Río de la Plata, todavía más. Las catas y recorridos son en haciendas familiares de más de un siglo, como Bernardi, San Juan e Irurtia.
76. Cervezas artesanales en Quito
Pichincha, Ecuador

La capital ecuatoriana tiene 28 cervecerías artesanales concentradas en pubs, fábricas y salas de degustación como La Reserva. Antes de iniciar algún recorrido, vale la pena visitar el Museo Cervecería del Convento San Francisco, para conocer el método usado por los frailes hasta 1977.
77. Vinos en Sierra Gaúcha
Río Grande do Sul, Brasil

Brasil tiene 1.100 productores de vino repartidos en seis regiones. Cuatro (Sierra Gaúcha, Campanha, Sierra del Sudeste y Campos de Cima da Serra) están en Río Grande do Sul, en ciudades construidas por inmigrantes europeos en el siglo XIX.
Especies
78. Isla del Coco
Puntarenas, Costa Rica

Un área protegida que alberga 250 especies de peces, incluido el tiburón martillo, que llega a estas aguas para dar a luz a sus crías. Hay 20 puntos de inmersión reservados para expertos.
79. Laguna Colorada
Potosí, Bolivia

Sedimentos, algas y sales le dan el tono rojizo a esta laguna de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa. Tres especies de flamencos, que allí se avistan por miles y en armonía cromática con las aguas, llegan para alimentarse de los minerales sumergidos en sus 35 cm de profundidad.
80. Nono – San Tadeo
Pichincha, Ecuador

Una ruta en bicicleta de 53 km para avistar 47 especies de colibríes y otras 400 variedades de aves, eso propone el paseo del Quinde, que va entre montañas desde el pueblo de Nono hasta San Tadeo.
81. Esteros del Iberá
Corrientes, Argentina

Un humedal de 12.000 km² que se recorre como los gauchos, a lomo de caballo criollo. Vale la pena aferrarse bien a la montura, porque ni las aguas son obstáculo para los equinos.Ni siquiera en el paso ‘Carambola’, de tres metros de profundidad.
82. Mineral de Angangueo
Michoacán, México

Este ‘Pueblo Mágico’ es una de las puertas de entrada a la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca, 56.259 hectáreas que reciben a la especie migratoria entre noviembre y marzo.
83. Islas Chañaral, Choros y Damas
Atacama y Coquimbo, Chile

Conforman la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt que alberga 68 especies de vertebrados. El avistamiento de pingüinos se puede hacer durante una caminata por un sendero de 1.800 metros en isla Damas.
84. Bosque de Chaguantique
Usulután, El Salvador

Justo en las inmediaciones de la Reserva de la Biósfera Bahía de Jiquilisco, antes de que el bosque de conacastes, almendros y ojushtes se convierta en manglar. Sus 53,8 hectáreas sirven de refugio para monos araña y mariposas big blue, que pueden ser avistados recorriendo el sendero de la Poza del amor.
85. Cabo Polonio
Rocha, Uruguay

Un parque nacional a 260 km de Montevideo, hogar de una de las colonias de lobos marinos más grandes de América Latina. El mejor lugar para verlos es junto al Faro del cabo, al que solo se llega en vehículos 4×4.
86. Cahuita
Limón, Costa Rica

Este pueblo playero está a 15 minutos del Santuario de los Perezosos, un centro de rescate abierto al público, dedicado a rehabilitarlos, conservar su hábitat y darlos a conocer por medio de recorridos de
observación responsable.
87. Reserva Nacional de Tambopata
Madre de Dios, Perú

Guacamayas bandera (rojas), azules y verdes llegan todas las mañanas a las collpas —paredes de arcilla— Chuncho y Colorado, para alimentarse de las sales y minerales que contienen. El espectáculo de colores se observa navegando frente a ellas por el río Tambopata, partiendo a las 4 a.m. desde el lago Sandoval.
88. Isla Holbox
Quintana Roo, México

El huésped más distinguido de sus aguas, entre mayo y septiembre, es el tiburón ballena. Está entre el Golfo de México y el mar Caribe y es parte de la reserva de la Biósfera Yum Balam.
89. Isla Isabela
Galápagos, Ecuador

La isla más grande del archipiélago, con 4.588 km² de superficie, tiene un complejo de humedales para recorrer en bicicleta. En el camino se observan flamencos, iguanas, pingüinos y, claro, tortugas gigantes.
Alturas
90. Pailón del Diablo
Tungurahua, Ecuador

Su nombre oficial es Cascada de Río Verde y se encuentra a 25 minutos de Baños de Agua Santa, no obstante, las rocas que hay bajo la cascada parecen formar la silueta del rostro del diablo, de ahí el apelativo. La caída de agua, de 80 metros, se observa desde un conjunto de escaleras y cuatro terrazas de piedra.
91. Santuario de Cóndores
Santa Cruz, Bolívia

Una caminata de dos horas desde la comunidad de Sivingalito, 40 kms al sur de Samaipata, separa a los viajeros de este mirador para apreciar al ave andina a 3.000 msnm.
92. Monte Fitz Roy
Argentina y Chile

Desde el Chaltén, capital argentina del trekking, hay varios senderos para apreciar los 3.405 metros de altitud del cerro. Recomendado el de ocho horas que lleva a la laguna de los Tres.
93. Nevado del Tolima
Tolima, Colombia

Parte del Parque Nacional Natural Los Nevados. Para llegar a la cumbre, de 5.210 metros, se recomienda tomar camino Normal Sur, desde el sector de El Silencio, a una hora en carro desde Ibagué.
94. Santa Cruz
Ancash, Perú

Una ruta de trekking de cuatro días por la Cordillera Blanca, noroeste de Perú. Va de Huaraz a Vaquería, con ascensos desde 3.000 hasta 4.750 msnm entre picos nevados y lagos como Parón o la Laguna 69.
95. Volcán Villarrica
La Araucanía, Chile

De junio a octubre, sus laderas, entre los 2.440 y los 1.550 msnm, se convierten en 20 pistas de esquí de todos los niveles. La panorámica, además del pueblo, incluye cinco lagos.
96. Parque Nacional Natural Chingaza
Cundinamarca y Meta, Colombia

Uno de los principales páramos del país con 76.600 hectáreas y 4.020 msnm, hogar de osos andinos, venados y cóndores. Tiene zonas de camping y seis senderos de trekking. Destacan: Suasie y Cuchillas de Siecha.
97. Tren a las nubes
Salta, Argentina

Un viaje de 12 horas sobre rieles casi centenarios, a 4.220 msnm. Desde la estación de Salta hasta la de Santa Rosa de Tastil. Para maravillarse con los picos nevados y el viaducto de La Polvorilla.
Volcanes
98. Volcán Azufral
Nariño, Colombia

El más ‘bajo’ de los volcanes de Nariño —tiene 4.070 m de altura— esconde una esmeralda en su cúspide. Se trata de la Laguna Verde, a la que se llega desde el refugio Chaitán, luego de una caminata de 5 km. Su color, como el nombre de la montaña, se debe a la alta concentración de azufre.
99. Cerro Negro
León, Nicaragua

Las laderas oscuras de este volcán, que surgió de la tierra hace 165 años y está ubicado a 25 km de la ciudad de León, se han convertido en el patio de juegos de viajeros intrépidos que deciden surcarlas, de pie o sentados, sobre una tabla de madera, como un surfista. Antes de hacerlo es necesario emprender un ascenso hasta la cima, a 728 msnm, de casi una hora por un camino escarpado y empinado.
100. Área Natural Protegida El Boquerón
La Libertad, El Salvador

Son 54 hectáreas a 1.893 msnm, en lo más alto del volcán San Salvador, con forma de cráter pero poblado de selva. Hay un sendero, cuatro miradores y un recorrido secundario que desciende hasta el centro de la cuenca.
Participaron en la selección:
Maria Alejandra Castaño, @Malejacca en Instagram
Salvador Cisneros, @Salcisneros en Instagram
Gail Fernández, @Gail_fernandez_cr en Instagram
Carlos Rangel, @charlie_viajenario en Instagram
Claudia Ramírez Azocar, @clau.azocar en Instagram
Nathalie Iriarte, @nathalie_iriarte en Instagram
Caminito Amor, CaminitoAmor en YouTube
El Giróscopo Viajero, elgiroscopo.es
Road to Wild, @roadtowild en Instagram
Gonzalo Azumendi, GonzaloAzumendi en YouTube
Nelson Mochilero, @nelsonmochilero en Instagram