Son los mejores Pinot Noir del planeta. Ni dudarlo. Y acá los Chardonnay intensos, contrariamente a lo que puede esperarse de un blanco, viven por años. Esta región francesa es el mismísimo paraíso para quien quiera iniciar un viaje marcado por el sabor del vino y la buena mesa.
Ubicada en el centro-este de Francia, la región de Borgoña cuenta con cerca de 30.000 kilómetros cuadrados de viñedos, campos ganaderos, olivares y praderas vírgenes. Pero más allá de las bondades de la tierra, es imposible hacer a un lado su gastronomía, por esa mezcla de celtas, romanos y búlgaros que imprimieron tradiciones culinarias y que los franceses transformaron a lo largo de los siglos. Un recorrido de tres paradas es un intento significativo para descubrir ese factor extra que hace que el planeta entero se derrita de placer ante los pies de la Borgoña.
Día 1
Chablis
Con solo 2.500 habitantes, Chablis es uno de los pueblos más pequeños de Francia y, también, una de las más importantes AOC (Appellation d’origine contrôlée), es decir, una región delimitada en la que el vino cumple ciertas características esenciales compartidas. La clave aquí es disfrutar sus mundialmente renombrados blancos a base de chardonnay.
Una buena opción es contratar de antemano un tour como Chablis Vititours que recorra los viñedos más representativos de la zona. Si se quiere hacer el paseo de forma privada, hay dos bodegas imprescindibles: Château Long-Depaquit y Domaine Laroche.
Día 2
Beaune

La cuna del vino borgoñón: una ciudad que habla de vinos, vive del vino y respira perfume a pinot noir. Como casi todo pueblo pequeño escondido en el interior del país, sobresalen las callejuelas empedradas y algunos ejemplos de arquitectura gótica, como Les Hospices de Beaune, un edificio declarado Patrimonio Nacional de Francia, enclavado en el corazón de la ciudad y que es punto de inicio de cualquier recorrido por el centro cívico.
Durante el día, la cita es con las bodegas. Cercanas al casco histórico hay un buen puñado de marcas reconocidas en todo el planeta, como Patriarche Père & Fils, Olivier Leflaive y el mítico Château de Pommard, que realizan tours guiados.
A la hora de la cena, una sola noche será insuficiente. Solo en Beaune y sus alrededores hay nueve restaurantes con estrellas Michelin (incluyendo uno de tres: Maison Lameloise) que se suman a una oferta inmensa de bistrós casuales, pastelerías de lujo y cavas con añadas extintas de los mejores exponentes de la región.

Día 3
Dijon
La capital de la región no puede quedar fuera del viaje porque, además de su enorme riqueza culinaria, Dijon conserva importantes obras de arte, edificios históricos y monumentos, lo que la transforma en uno de los centros culturales más importantes de Francia. El Musée des Beaux-Arts de Dijon y la catedral gótica Notre Dame son dos visitas culturales ineludibles.

Pero, digámoslo: este viaje fue planeado para comer, beber y disfrutar con el paladar, así que en Dijon y sus alrededores también hay mucho de eso. La Fromagerie Gaugry coordina visitas guiadas que finalizan con la degustación de sus prestigiosos quesos. Para cerrar con broche de oro está el Mercado de Dijón, que abre solo martes, jueves, viernes y sábados, y en el que productores locales se agrupan en un lugar cubierto precioso, rodeado de cafés y restaurantes al paso en los que, como es de esperar, también se come como los dioses.